Pues sí, este año por fin he conseguido algo que llevaba muchos años persiguiendo, ir a la BMW Riders de Formigal.
Parecía que otra vez, todo apuntaba a un nuevo fiasco en mi proyecto de asistir a tan ansiado evento. Como todos los años, parecía que la posibilidad de encontrar algún compañero de viaje se iba desvaneciendo conforme se acercaba la fecha. Y teniendo en cuenta que acababa de llegar de un viaje en moto en solitario por el norte de Soria, no me apetecía irme también solo a un evento tan bullicioso como la Riders.
Pero como suelen pasar estas cosas, en el momento más inesperado surgió la sorpresa, y la remota posibilidad de ir a la Riders se torno repentinamente cercana. Estaba con una cerveza, a la luz de las estrellas en Veger de la frontera, buscando amigos en el móvil que me pudieran seguir en mi aventura; cosa que cada año que pasa es más difícil. Cuando mi mujer Silvia, me dijo «sin anestesia», que si yo quería se venía conmigo a la Riders .
¡No me lo podía creer!. No porque quisiera hacer un viaje en moto, ya hemos hecho algunos, sino porque para ello había que «colocar» a nuestras dos hijas, y esto teniendo en cuenta que la pequeña tiene poco más de un año y medio. Y además, porque estamos hablando de un viaje en moto a la BMW Riders, no a Córdoba, es decir, casi 700 km en moto para ver más motos, y otros 700 km de vuelta.
Después de unos segundos de perplejidad, noté como me invadía la felicidad, a lo cual imagino que la cerveza ayudó, y acto seguido las prisas por tenerlo todo organizado hicieron acto de presencia. Inscripción en la Riders, reserva de hotel, ruta huyendo de las autovías, etc…
La posibilidad de dormir en tienda de campaña, como viene siendo habitual en mis viajes en moto en solitario, quedo rápidamente descartada, entre otras cosas, por la posibilidad de encontrarnos con mal tiempo. Cosa que como se vio más adelante fue una sabia elección.
Además, me apetecía que mi mujer conociera el hotel Bocalé en Sallent de Gállego. Es un pequeño hotel a la entrada del pueblo, cuyos propietarios son un matrimonio de veteranos moteros, que te hacen sentir como en casa, en especial cuando viajas en moto. Yo ya conocía este hotel de un anterior viaje en moto por los pirineos, pero esta, como se suele decir, es otra historia.
Semanas después, ya con todo organizado, y con la ruta más o menos estudiada, llego el día de la ansiada salida. Las previsiones meteorológicas no podían ser peores, así que partimos pertrechados con todo lo necesario para poder conducir durante kilómetros bajo la lluvia.
Salimos de Alicante con dirección al bonito pueblo de Biar, y de allí a Villena, para coger un tramo de autovía hasta Almansa. Una vez en Almansa, cogimos dirección a Requena por una bonita carretera, que va atravesando los pueblos de Jarafuel, Jalance y Cofrentes, donde almorzamos en lo que parecía una agradable terraza con vistas al embalse. Y digo parecía porque una vez aparecieron los bocadillos sobre la mesa, aparecieron también unas pertinaces avispas que ensombrecieron lo que podía haber sido un idílico almuerzo de comienzo de viaje.
Cabe destacar la sorprendente presencia de la central nuclear en este entorno tan bello y con tanta agua. En realidad no tan sorprendente, si se tiene en cuenta que es precisamente la presencia abundante de agua, lo que se busca para la ubicación de estas centrales.
Tras subir un puerto de montaña y atravesar algunos pueblos más, llegamos a Requena, donde cogimos dirección a Teruel. De este tramo del viaje cabe destacar el hermoso emplazamiento de Ademuz, y la maravillosa carretera que parece jugar con el rio Turia hasta llegar a Teruel.
Una vez en Teruel, ciudad en la que comimos, nos dirigimos hacia Zaragoza, donde cogimos la autovía hacia Huesca, para después coger dirección a Formigal.
Justo antes de iniciar el ascenso a los Pirineos, hicimos una parada para repostar en una estación de servicio. Y fue ahí donde la presencia de motos, que había sido considerable durante todo el viaje, se empezó a volver masiva. Nunca había visto tantas BMW juntas, y eso que esto solo era el principio.
El ascenso desde Nueno hasta Sallent de Gallego, es una de las carreteras más bonitas que he visto, la verdad es que como la mayoría de las del Pirineo, pero esta vez además, estaba adornada con cientos de motos con un mismo objetivo.
Conforme avanzábamos el cielo se iba poniendo más y más negro, y la lluvia hizo su primer acto de presencia a unos 30 Km de Sallent, y ya no nos abandonó hasta nuestra meta. Ni que decir tiene que un paso por el Spa del Hotel, a pesar de que la temperatura del agua no estaba todo lo caliente que necesitan una pareja de alicantinos, nos dejó como nuevos después del viaje, y perfectamente preparados para probar alguno de los múltiples restaurantes que ofrece Sallent al cansado viajero.
Cenamos estupendamente en un bar- restaurante llamado el Sitio, y después nos dimos un paseíto para disfrutar del pueblo y de los cientos de motos aparcadas en él. Acabado el paseo nos fuimos a tomar un merecido y reparador gin-tonic al hotel, acompañado de la correspondiente conversación motera con el dueño, y a la camita. Había que estar frescos para lo que apuntaba ser un día apasionante, pero pasado por agua.
Continuará…
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